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marzo 26, 2018La Gramática de Salvación: Los sustantivos y preposiciones de la Reforma
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Ramesh Richard, PhD, ThD
En el curso de sus primeros 1,300 años, el “cristianismo” se fue separando cada vez más de la Biblia y desarrolló su propia gramática de la salvación. La Fe se apartó a sí misma de los parámetros del fundamento epistemológico (i.e, como sabemos lo que sabemos) de la escritura. Los sustantivos de salvación eran los mismos—gracia, fe, obras—excepto que sus significados fueron distorsionados por simples preposiciones, esas humildes palabras cruciales para entender los sustantivos y las frases.
En este 500 aniversario de la reforma evangélica (1517–2017), he reflexionado sobre estas preposiciones con sus presuposiciones que dirigen el dónde, el cuándo, el por qué y más importantemente el como la salvación de Dios aplica a todos nosotros, quienes estamos perdidos para siempre sin Él.
Al final de la edad media, los monjes y las monjas empezaron a preguntarse si el cristianismo era como cualquier otra religión, ya que la auto administración de penitencias por sus pecados no le aseguraba la salvación a una persona que buscaba de Dios. Los rituales rutinarios que equivalían a presentar como justo a una persona delante de Dios les parecían vacíos. La Iglesia controlaba todas las ofrendas y las promesas de felicidad después de la muerte. Y el Papa y sus emisarios vendían la exoneración de seres amados de todo sufrimiento después de la muerte.
A pesar de toda esta actividad, nadie era asegurado de la remisión de sus pecados o de vida eterna.
La Reforma Revolucionaria
Volver a integrar al cristianismo con la Biblia tomó alrededor de 200 años. Redescubrir la visión de la Biblia acerca de la gracia, la fe y las obras encontró su clímax un 31 de octubre de 1517.
¡En este día, justo un día antes que los emisarios de Roma empezaran una campaña de levantamiento de fondos en Alemania, un monje de espíritu angustiado, de habla directa y con un pensamiento estratégico dió justo en el clavo! Martín Lutero escribió, clavó y envió 95 tesis teológicas para debate público.
Sus tesis encendieron una Reforma revolucionaria que cambiaría el curso de la civilización occidental en todo aspecto de la existencia humana. El conocimiento acerca de Dios, acerca del mundo, las ciencias, las artes, los negocios y el gobierno fueron todos enmarcados por un giro revolucionario hacia su fuente, la Biblia misma.
La Revolución Reformadora
Esta Reforma de la Iglesia de Cristo de 500 años continúa activa hoy. En su mayoría, ustedes mis lectores viajan en un tren impulsado de Reforma llamado “evangélico”. Aunque no es traducible y no ha sido traducido, evangélico se deriva de una palabra griega compuesta que se refiere a aquel que personalmente ha llegado a creer, vivir y compartir las buenas nuevas de parte de Dios: que Dios envió a Su Único y Unigénito Hijo a pagar la justa pena del pecado de la raza humana—la muerte eterna—y triunfar sobre ella con Su resurrección.
La muerte de Jesús de acuerdo a las Escrituras (confirmado por Su entierro) y Su resurrección de acuerdo a las Escrituras (confirmado por testigos) es el contenido de las buenas nuevas. Estas buenas nuevas son necesarias por el poder de Dios a todo aquel que personalmente confíe en el Señor Jesús como su único Salvador. Esta salvación es por gracia, por fe y para obras.
He introducido y cargado con preposiciones esta última oración.
El Problema Preposicional
El marco Teológico predominante en los tiempos de la Reforma Protestante se entendía así:
Esto es:
- Somos salvados por buenas obras—la confesión, la penitencia y las indulgencias entre otros.
- Somos salvados por buenas obras por medio de la Fe personal—estas buenas obras deben ser ofrecidas con Fe (no en su mayoría), pero en el intento, obligamos a Dios.
- Somos salvados por buenas obras por medio de la Fe personal para la gracia de Dios—estas buenas obras pueden ser ofrecidas en fe para obtener el reconocimiento de Dios y su redención.
Pero estos monjes espiritualmente desanimados, habiendo fallado en ganar su salvación de esta manera y conociendo sus propios corazones pecadores, notaron que la Biblia tenía una perspectiva invertida de cómo encontrar la Salvación. Uno no tenía que hacer buenas obras para encontrar la gracia de Dios.
Las buenas obras son buenas, sino no se le llamarían buenas. Excepto que no son buenas para salvar. Esa piedad activa en las obras se asemeja a trapos sucios. Así como la sucia tela del trapo engrasado de un mecánico, no hay nada bueno en nuestros actos piadosos para salvarse.
Las buenas obras no son como una inversión piadosa que se cotiza altamente en el mercado divino a cambio de variados beneficios. Dios no puede reconocer actos de justicia provenientes de un corazón pecaminoso para salvarse, aunque sean ofrecidos con buena fe. Porque si somos salvados por obras-de Fe, uno podría presumir de haber movido la gracia de Dios a reconocer nuestra justicia.
Tampoco sería gracia. Si las buenas obras fueran buenas para salvación, la gracia de Dios debería ser merecida.
¿Entonces cómo es que los seres humanos podemos encontrar la salvación proveniente de Dios? ¡Ah! Dios procedió a proveer esta salvación y en hacer a los seres humanos justos. No fue nuestra justicia activa, ni nuestra justicia cooperativa, pero una completamente justicia pasiva—que por gracia fue infundida y atribuida por Dios para aquellos que respondan solo por Fe en Jesús solamente—los efectos de salvación.
Reposicionando las Preposiciones
El regreso de la Reforma a la Biblia promueve un reposicionamiento de las preposiciones en la gramática de la salvación. La perspectiva bíblica de la salvación es:
Los Reformadores creyeron, vivieron y compartieron (lastimosamente algunos muriendo) por su poderosa confianza en esas preposiciones importantísimas. Estas son explícitamente encontradas en un rico pasaje acerca de nuestra transferencia de la muerte a la vida. Efesios 2:8–10 es la parte final de una larga oración (versículos 1-10) en el lenguaje original:
Porque por gracia han sido salvados por medio de la fe, y esto no de ustedes, sino que es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas. (LBLA)
¿Podría usted meditar profundamente los puntos principales de ese transformador texto de salvación?
- Hemos sido salvados por la Gracia de Dios. Si la gracia se pudiese merecer, incluso por buenas obras, no sería gracia. Aquellos que se han recostado en una mesa de operaciones dispuestos a recibir la experticia quirúrgica son la ilustración más cercana que conozco de lo que traemos a Dios para salvación—nada, excepto nuestro abandono a Su acción.
- Hemos sido salvados “por gracia por medio de la fe” como regalo de Dios. Como no hay mérito alguno en nuestra activa situación, la respuesta de fe es la condición instrumental para recibir este regalo. La Fe no es la causa eficiente de la salvación. Esta condición instrumental no es una de determinación, pero de respuesta a Su iniciativa, convicción y promesa. La disposición de mi hijo a recibir un regalo no fue la causa para que yo se lo diera. La Fe es el medio para recibir el regalo “por gracia por medio de la Fe”.
- Hemos sido salvados por gracia por medio de la Fe para buenas obras. Muchas veces entendemos bien las primeras dos frases preposicionales. Pero una vez y debido a que hemos sido salvados (haber observado la definitiva y completada salvación personal), es para (el propósito de) buenas obras.
La salvación no es solo para recibir las grandiosas riquezas espirituales (Efesios 1:4–10), ósea el resultado de creer en lo que Dios ha hecho por nosotros, pero también expresamente para las buenas obras Él nos ha preparado específicamente y asignado eternamente para que las llevemos a cabo. El resultado de la salvación son riquezas espirituales; el propósito de la salvación son las buenas obras de todo tipo. Nunca para obras malas porque la fe salvadora se desborda hacia las buenas obras. Note que no hacemos buenas obras para que se dé la salvación. Porque la salvación ha sido efectuada, ahora podemos hacer buenas obras. Ningún evangélico cuestiona este propósito eterno. Dios nos prepara a través de nuestras vidas para lo que El preparó para nosotros a hacer de antemano. De hecho, nosotros debemos descubrir y practicar buenas obras en la tierra como expresiones de una salvación eterna-por gracia- por medio de la Fe.
El versículo 10 nos revela que el propósito de haber sido salvados en Cristo Jesús es hechura de Dios. Si introducimos las obras antes o después de la salvación como la causa para asegurar o como una prueba personal de salvación introduciremos niveles altos de duda. Nuestras obras nunca serán la prueba de salvación para nosotros. Solo el Espíritu de Dios puede proveer esta seguridad a nuestros corazones. Nosotros no queremos pre-salvación basada en obras o una seguridad post-salvación basada en obras.
Cuando enseño a mis estudiantes en el aula en Dallas y a pastores alrededor del mundo sobre la herencia evangélica que compartimos, empiezo con los “Cinco Grandes” solas de la Reforma, —la Escritura, Gracia, Fe, Cristo, Gloria de Dios. Y para aclarar los sustantivos, apunto estas preposiciones que les dan poder y las restringen. ¡Y lo entienden! Ellos viven la vida cristiana sin condenación, solo con la confesión de sus pecados y un servicio basado en gratitud. Continuamos siendo formados, reformados y transformados por estas aparentemente discretas preposiciones.
Durante este aniversario histórico, reforcemos la gramática de salvación de la Reforma y continuemos creciendo en su propósito. La Salvación es solo por gracia, solo por medio de la Fe, solo en Cristo, solo de la escritura, solo para la Gloria de Dios…para buenas obras solamente también.